miércoles, 10 de julio de 2013

Siento que la vida se me va poco a poco


Siento que la vida se me va poco a poco, todos mis males  están sucediendo desde aquel 21-22 de Junio del año 2005, en que la muerte te separo de mi lado, Lolilla, desde entonces jamás he tenido un rato de felicidad o de alegría, mi cuerpo no ha podido soportar  tu desaparición y me ha condenado a vivir en la soledad ,agradezco mucho a mis hijos, su cooperación para que me encuentre bien, pero es una labor, que yo diría imposible, estamos ya a mediados del año 2013 y siento que la soledad se apodera de mi por mucho que este rodeado de gente.

La soledad es un sentimiento que nos llena el alma de un silencio frío y oscuro si no la sabemos encauzar. Lo cierto es que no nos han enseñado a combatirla, no tenemos instrumentos ni recursos que nos enseñen que la soledad no siempre es mala.

Desde entonces cada noche tengo unas horribles pesadillas. Revivo ese momento de tu muerte, no pude despedirme de ella, fue instantánea su muerte se que no sufrió, pero eso no es mi consuelo.¿Cómo lo vivo? Con incredulidad, ese instante en el que todo se acaba parece tan increíble. Sencillamente no puede ser. Pienso que algo tenía que haberme avisado de que eso iba a pasar.

El hecho de que nuestros hijos se vayan, deja un hueco, sin embargo considero que el hueco mayor es que ya no se está imbuido en  la vida, se acaba la vida laboral en el momento de la jubilación y se tiene más tiempo para estar con uno mismo, y no es fácil, y llega a ser aterrador y hasta paralizante. Es el momento de hacer un balance de lo que se ha logrado en la vida, de enfrentarse con sus logros y fracasos, con su luz y su oscuridad, con ellos mismos. La soledad que duele, la soledad que pesa nos habla de una gran desconexión de nuestro propio ser, de nuestra vida interior.

En la soledad y el silencio todo lo que nos rodea, los pensamientos, las situaciones, las relaciones, se van aquietando; nuestra propia realidad se resitúa y adquiere su justa importancia. En estos espacios, la persona puede sentir que está viva, que respira, que su corazón late, y puede paladear, incluso, la alegría y la sorpresa de existir. Pero al mismo tiempo surge un profundo sentimiento de humildad, de saberse limitado.

Yo  ya no soy  el mismo que fui  hace ocho años . Siento que ya no soy el mismo que antes, donde quedo aquel Ceferino  responsable y dedicado a su familia y a su trabajo?

Mis más tempranos recuerdos de la vida escolar se relacionan con una casa, amplia e irregular, en un pueblo de Marruecos. Tal vez el mayor placer que me es dado alcanzar hoy en día sea el demorarme en recuerdos de la escuela y todo lo que con ella se relaciona. Empapado como estoy por la desgracia -una desgracia, ¡ay! demasiado real- se me perdonará que busque alivio, aunque leve y efímero, en la debilidad de algunos detalles por vagos que sean. Esos detalles, triviales y hasta ridículos en sí mismos, asumen en mi imaginación una extraña importancia por estar relacionados con una época y un lugar.

Deseo que mi realidad sea mejor que mis sueños, amanece tan pronto y yo estoy tan solo, he de encontrar una senda que me lleve a tu lado, no es la primera vez que me encuentro tan cerca de conocer la locura,
 

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