Siento que la vida se me va
poco a poco, todos mis males están
sucediendo desde aquel 21-22 de Junio del año 2005, en que la muerte te separo
de mi lado, Lolilla, desde entonces jamás he tenido un rato de felicidad o de
alegría, mi cuerpo no ha podido soportar
tu desaparición y me ha condenado a vivir en la soledad ,agradezco mucho
a mis hijos, su cooperación para que me encuentre bien, pero es una labor, que
yo diría imposible, estamos ya a mediados del año 2013 y siento que la soledad
se apodera de mi por mucho que este rodeado de gente.
La
soledad es un sentimiento que nos llena el alma de un silencio frío y oscuro si
no la sabemos encauzar. Lo cierto es que no nos han enseñado a combatirla, no tenemos
instrumentos ni recursos que nos enseñen que la soledad no siempre es mala.
Desde entonces cada noche
tengo unas horribles pesadillas. Revivo ese momento de tu muerte, no pude
despedirme de ella, fue instantánea su muerte se que no sufrió, pero eso no es
mi consuelo.¿Cómo lo vivo? Con incredulidad, ese instante en el
que todo se acaba parece tan increíble. Sencillamente no puede ser. Pienso que
algo tenía que haberme avisado de que eso iba a pasar.
El hecho de que nuestros hijos se
vayan, deja un hueco, sin embargo considero que el hueco mayor es que ya no se
está imbuido en la vida, se acaba la
vida laboral en el momento de la jubilación y se tiene más tiempo para estar
con uno mismo, y no es fácil, y llega a ser aterrador y hasta paralizante. Es
el momento de hacer un balance de lo que se ha logrado en la vida, de
enfrentarse con sus logros y fracasos, con su luz y su oscuridad, con ellos
mismos. La soledad que duele, la soledad que pesa nos habla de una gran
desconexión de nuestro propio ser, de nuestra vida interior.
En la soledad y
el silencio todo lo que nos rodea, los pensamientos, las situaciones, las
relaciones, se van aquietando; nuestra propia realidad se resitúa y adquiere su
justa importancia. En estos espacios, la persona puede sentir que está viva,
que respira, que su corazón late, y puede paladear, incluso, la alegría y la
sorpresa de existir. Pero al mismo tiempo surge un profundo sentimiento de
humildad, de saberse limitado.
Yo ya no soy el mismo que fui hace ocho años . Siento que ya no soy el mismo que antes, donde quedo aquel
Ceferino responsable y dedicado a su
familia y a su trabajo?
Mis más tempranos recuerdos
de la vida escolar se relacionan con una casa, amplia e irregular, en un pueblo
de Marruecos. Tal vez el mayor placer que me es dado alcanzar hoy en día sea el
demorarme en recuerdos de la escuela y todo lo que con ella se relaciona.
Empapado como estoy por la desgracia -una desgracia, ¡ay! demasiado real- se me
perdonará que busque alivio, aunque leve y efímero, en la debilidad de algunos
detalles por vagos que sean. Esos detalles, triviales y hasta ridículos en sí
mismos, asumen en mi imaginación una extraña importancia por estar relacionados
con una época y un lugar.
Deseo que mi realidad sea mejor que mis sueños, amanece tan pronto y yo estoy tan solo, he de encontrar una senda que me lleve a tu lado, no es la primera vez que me encuentro tan cerca de conocer la locura,
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